jueves, 19 de junio de 2014

JUBRIQUE: 7. Ana Medinilla 'La Compuesta', una gran mujer

                                                                                                                 



Ana Medinilla Jiménez 
Sirva esta entrada como homenaje y reconocimiento a todas las mujeres republicanas, sus vidas son un ejemplo de lucha por la subsistencia de ellas y su familias en las condiciones más adversas, manteniendo siempre la dignidad.

Detrás de cada víctima y sus familiares hay una trágica historia, un drama familiar. En estos casos las mujeres fueron  las más perjudicadas, además de perder a sus padres, maridos, hijos y otros familiares, tenían que alimentar y sostener a su familia en las situaciones más duras.

Trabajaban como fuera y en lo que fuese: recoveras, matuteras, sirvientas, en el campo, limpiando, encalando... Dándose el caso en alguna de ellas tener que servir en la casa del denunciante o verdugo de sus familiares. Se les negaba a ellas y a su familia la asistencia sanitaria, la educación a sus hijos e hijas y la cartilla de racionamiento; además también se les embargaba sus bienes, por tanto, su vida era la subsistencia pura y dura. 

Fueron encarceladas, maltratadas, vejadas, rapadas, purgadas con aceite de ricino y las paseaban por el pueblo cantando el Cara al Sol. Sufrieron el escarnio, el desprecio y la humillación. Nunca serán suficientemente reconocidas y recompensado su sufrimiento.

Ejemplos de todas estas mujeres las hay en cada pueblo, en Genalguacil es de especial mención las hermanas Dolores, Lucía y Ana Trujillo Herrera Las Ovejas, sufrieron prisión y todo tipo de humillaciones. Ana La Oveja además de sufrir cárcel, fusilaron a su marido, perdió un hermano en el campo de batalla y otro fue recluido y ejecutado por los nazis en el campo de exterminio Mauthausen-Gusen en Austria. Durante 30 años convivió y tuvo escondido en su finca al que fuera su compañero sentimental desde la terminación de la guerra Pablo Pérez Hidalgo El Rubio, del que ya he hablado en otra entrada.

En Jubrique  merece especial mención y un capítulo aparte la vida en estos años de Ana Medinilla Jiménez y su familia, conocidas como Las Compuestas. Una historia tan dura como interesante. Su padre Antonio Medinilla Andrades fue fusilado en Ronda el 24 de abril de 1937, su hermano Juan fue condenado a prisión, su hermana Sebastiana condenada a cadena perpetua y su hermana Antonia, menor de edad, condenada a prisión y puesta a disposición del Tribunal Tutelar de Menores. Toda una tragedia familiar. Además, les expropiaron sus bienes, la casa y su campo.

Sirva la historia de Ana Medinilla como homenaje a todas las mujeres republicanas de Jubrique, todas tienen detrás una vida de penuria, sufrimiento, humillación, desprecios... Mi reconocimiento a todas ellas.

Ana Jiménez Medinilla, 'La Compuesta'
Ana Medinilla de joven

Ana Jiménez, con tan solo 17 años, es condenada a 12 años y un día de prisión en un juicio sumarísimo junto con otras personas, entre ellas sus dos hermanas Sebastiana y Antonia. Salió de la cárcel en 1941 y en abril 1943 se va a la sierra con su pareja,  el guerrillero Francisco Rodríguez Gómez, conocido como El Morenillo de San Roque, que estuvo refugiado en estas sierras hasta noviembre de 1945. Francisco y Ana permanecieron muchos años escondidos, hasta que un día él la convenció para que se entregara. Ana en esos momentos estaba embarazada de su segundo hijo, Antonio, y aprovechó la promulgación de un indulto por Franco el 9 de octubre, para aquellos que estaban huidos y se entregaran, para dejar de seguir huyendo. 

Durante el tiempo que estuvieron ocultos y perseguidos por la Guardia Civil, Ana se quedó  embarazada y dio a luz dos veces. La primera fue Rafaela, que nació en una cueva, y el segundo, Antonio, nació al poco tiempo de estar ya en el pueblo.

El Morenillo de San Roque era miembro de una partida de guerrilleros liderada por Miguel Gay Ventura. Esta partida operaba en los términos de Faraján y Alpandeire, y posteriormente se integraron en la Agrupación Guerrillera Stalingrado, liderada por Pablo Pérez Hidalgo, conocido como El Rubio. 

Los guerrilleros operaban desde la carretera de Ronda-San Pedro hasta el Rio Genal. Y estaba compuesta por gente principalmente de la zona, entre ellos había jubriqueños.

  • Juan Torres Camacho, Trescuarto
  • Juan Ruiz Jiménez, Juanillo
  • Antonio Muñoz Diaz, Granao
  • Los hermanos Jorge, José y Francisco Collado Cavas, Espantarratas
  • Los hermanos Ramón y José Duarte Ruiz, Los Silleros


En septiembre de 1947 varios integrantes de esta partida, entre ellos Francisco Rodríguez Gómez, se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil de Ronda. Lo que se sabe de ellos, es que los trasladaron a la prisión de Málaga y nunca volvieron a salir. Hoy en día no sé conocen las circunstancias de su muerte.

Ana Medinilla en la cárcel de Málaga con otras presas


A continuación transcribo lo escrito por la historiadora Lucia Prieto en su libro Los días de la ira sobre este caso:

“Menos frecuente resulto que las mujeres convivieran en la sierra con sus compañeros de forma habitual. Pero hubo excepciones como la insólita historia de una muchacha de Jubrique que permaneció en Sierra Bermeja, entre abril de 1943 y noviembre 1945. Tenía solo diecisiete años cuando, en 1937 fue condenada por un delito de Auxilio a la Rebelión, junto a su hermana estuvo en la atestada cárcel de Marbella hasta su traslado a Málaga, otro de sus hermanos fue igualmente encarcelado y su padre fusilado. Con todo cuando salió de la cárcel en 1941 y regreso a Jubrique reanudo una vida normal, y era según los testimonios de su madre y una de sus hermanas, una muchacha feliz que no tenia disgustos en el ámbito doméstico y según los informes policiales mantuvo desde su encarcelamiento buena conducta pública y privada. De forma inesperada desapareció del pueblo. Salió de mañana con un vestido de “lunares y alpargatas blancas” a poner estiércol a las patatas de una finca propiedad de su familia pero no regresó. Fue un vecino el que denunció su desaparición, quizá ni su hermana, ni su madres se atrevieran a ir al cuartel de la Guardia Civil (La madre no fue personalmente a denunciar la desaparición pero debió informar a algún vecino. Es más que posible que eludiera la visita al cuartel. Aún tenía a dos hijos encarcelados y su esposo había sido ya ejecutado). Entre el vecindario se extendió el rumor de que la muchacha apodada La Compuesta había sido secuestrada por los “rojos” que se escondían en las sierras próximas. La posibilidad de que la desaparición estuviera relacionada con las actuaciones de las partidas de Sierra Bermeja determino la inhibición del juez de Estepona a favor de la jurisdicción militar, una vez que la Guardia Civil sospechaba que la muchacha se fue voluntariamente. De cualquier forma la falta de pruebas sobre la existencia de un secuestro determino que el caso fuera de nuevo archivado. Pero, Ana,  La Compuesta, nunca fue secuestrada, se fue voluntariamente con quien había sido su novio en Estepona. Ello se puso en evidencia cuando se le abrió proceso por abandono de una niña, un año y medio después de haber desaparecido.

En realidad, la niña no fue nunca abandonada. La noche del 30 de diciembre de 1944, su madre y dos hombres llamaron a la puerta de Cortijo del Perro en el término municipal de Faraján pidiendo que le abrieran pronto pues llevaba una criatura que podía helarse. Al oír el llanto de un niño, el dueño del cortijo les abrió la puerta. La mujer, vestida con un mono fue reconocida como la muchacha desaparecida en Jubrique. Tanto ella como sus acompañantes llegaron al cortijo helados, no pidiendo sino que se atizara el fuego. Mientras los hombres bebían coñac de una cantimplora, la mujer amamantando al bebe pedía vino para calentarse. Al mostrar el dueño de la casa sus sorpresa de que la joven tuviera consigo una criatura recién nacida en plena sierra y a tan bajas temperaturas, fue informado de que el bebe era una niña que tenia veintiún días y que lo dejaban a su cargo para que lo entregara a la Guardia Civil de Jubrique. Uno de los hombres, quizá el padre, redacto una pequeña nota con las instrucciones de lo que había que hacer con la niña: llevarla al cuartel de Jubrique para que fuera entregada a su abuela. Junto al bebe su madre dejó, una maleta con un equipo más o menos completo de ropa y pañales para que sus necesidades fueran atendidas. Una vez dadas las instrucciones, la mujer y los hombres que la acompañaban volvieron a la sierra al amanecer.

Apenas, la niña fue entregada, se abrió proceso contra su madre por abandono y contra el dueño del cortijo, quien falleció unos días después, por encubridor (No se puede afirmar que la muerte del dueño del Cortijo del Perro, esté relacionada con el proceso que se le abrió, pero es algo que no puede descartarse. En el certificado de defunción consta como causa del fallecimiento, nefritis aguda. Era un hombre mayor que tras hacerse cargo de la niña fue acusado de encubridor por no dar cuenta inmediata de la visita de los huidos a su cortijo a pesar de que explicó a la Guardia Civil que estos le advirtieron de que no fuera al pueblo hasta pasadas dos horas desde que ellos hubieran abandonado la casa). Contra la procesada, declarada en paradero desconocido se curso orden de busca y captura. Menos  de un año después el 25 de noviembre de 1945, aconsejada por su compañero y amparándose en el decreto de 9 de octubre de 1945 se entregó voluntariamente. Había estado muchos meses en la sierra y por ello la Guardia Civil intentaría obtener de su experiencia la máxima información.  (La causa instruida por la desaparición de la muchacha en 1943, se reabrió pasando a ser instruidas nuevas diligencias, aunque el juez ordenó que la mujer quedara en libertad. Estaba embarazada, circunstancia que pudo motivar su decisión de entregarse antes de volver a dar a luz en la sierra, esta mujer poco después de entregarse cayó enferma).   Sin embargo, la presencia de esta muchacha junto a los grupos que operaban en Sierra Bermeja no obedece a motivaciones políticas, sino estrictamente personales y sentimentales. En los reiterados interrogatorios a los que e fue sometida, nunca admitió que perteneciera a ningún grupo armado, convivió con su compañero, de quien dio el nombre y los apellidos, en varios lugares de Sierra Bermeja sin mantener relación con otras personas, desconociendo las relaciones que mantenía su pareja con “los otros de la partida”. Ella permanecía sola cuando su compañero se ausentaba cada dos o tres días, limitándose a cocinar los alimentos que éste le traía aunque sin embargo, éste, según su declaración raramente comía con ella. Durante el tiempo que permaneció en la sierra, esta mujer que quedó embarazada dos veces mantuvo como otras tantas compañeras de los huidos y proscritos las funciones tradicionales que su condición femenina le atribuían pero asumiendo los riesgos y los peligros que la vida de la sierra: el frío, la incomodidad, el miedo y el aislamiento puesto que no es probable que compartiera los códigos y solidaridades masculinas que mantenían la cohesión de las partidas. Sin duda, las octavillas clavadas en los pinos de Sierra Bermeja,prometiendo la libertad a quien se entregara, le abrieron una puerta a la esperanza sobre todo, deseando no entregar por segunda vez a su hijo en un cuartel para evitar que muriera de frío.

Los sucesivos indultos como el de 9 de octubre de 1945 que animó a esta mujer a entregarse y los del verano de 1947 impulsaron la presentación de muchos de los “rebeldes”. Pero ni para ellos ni para sus familias terminó el confinamiento porque en sus pueblos nadie olvido que habían sido de los que se fueron al monte”.